martes, 30 de marzo de 2010

Piel



Anoche posé desnuda y hoy mi cuerpo es la s.núm.9!

martes, 23 de marzo de 2010

Barbacoa



Es la hora de la barbacoa, cada uno de estos sórdidos pensamientos a la brasa, vuelta y vuelta, al calor de una incipiente perversidad.
La cazadora disfruta por fin de su descarado desnudo integral.
La majestuosa rosa custodiada de espinas se ha dilatado en todo su esplendor, roja como la sangre caliente que se desliza en una recta perfecta de insoportable belleza.
Se revuelca orgullosa en sus propios fluídos y siente que mil insectos la recorren, y siente delirios de grandeza.
Hinca las fauces en su rosado y jugoso acompañante y se descubre amante, encantada, por fin, de conocerse.
Agresiva, hambrienta, negra, sucia, indecente, salvaje, transformista y caótica.
Con orgullo, con belleza, con deseo y con placer.



lunes, 1 de marzo de 2010

Opio. Rememorando procesos febriles del pasado.





Ella me observa.
Me mira desinteresadamente, con la mayor de las generosidades posibles.
Predispone sus retinas, las imprime de mí.
Su iris (que no su pupila, querido Bécquer) es azul.
Un azul que es hipnótico, un azul que es agua tibia y sucia en la que zambullirse, un lugar del que no regresar jamás.
Ella me acaricia con su osadía, orgullosa del deseo que siente.

Yo la envidio.
Envidio su lealtad, su paciencia, su perspicacia.
Admiro su piel blanca hasta el dolor, su espalda eterna, su risa oscura.
Ella es un oasis que se cruza en mi camino cada vez que oye jadear, es terciopelo entre las piedras.

Yo por ella, me abandono.
Caigo.
A veces, me ahogo. A veces simplemente la devoro (en sueños) y después la esquivo.
Ella sabe, me conoce, me ha pesado en su balanza, me ha medido.
Pero no puede odiarme y yo no puedo ignorarla, por ese enfermizo hilo.

Ella me divide, me parte en dos.
Una mitad intenta borrar mis actos mientras que yo, con la otra, los repito.
Ella es una sola nota prolongada al infinito.

Es nieve que cae, nieve.
Es el hielo que más abrasa, el que derrite la suciedad por la que se arrastra y la mantiene siempre limpia, siempre blanca.
Una belleza tan inconsciente que inutiliza los espejos.
Una visión tan inhumana que no sé si existe aquí, o entre qué gentes.

Ella es opio que me adormece, una sutil acupuntura.
Ella es morfina, codeína, tebaína, codeína, papaverina, noscapina...
Ella es científica, confusa, paradójica.
Ella es hipnótica y yo curvilínea.
Se mete en mis venas, infecta cada rincón, se mezcla en cada fluído, traspasa cada pared.
Entonces me desmayo.

Ella me posee, yo la poseo... y amarla es un proceso febril.
Una espiral.

A veces me despierto, tengo vértigo, me escondo en mi cáscara, recurro al olvido.
Pero ella ya está dentro, germinando.

Entonces respira, y ya me ha atrapado de nuevo.
Soy suya en cuerpo, en alma... y en exceso.

Todo es entonces para esos ojos...
y no me llegan labios para tanta piel.