lunes, 8 de febrero de 2010

Mar e Rochas







A ella le gustaba especialmente el vaho helado que salía de su boca los días de invierno en los espacios abiertos, mirar cara a cara su propia respiración entrecortada. Entonces, creaba la imagen gráfica y concreta de un cuerpo extraño e informe que atravesaba a sus anchas su interior, escapándose y penetrándola una y otra vez.
Le gustaba encontrarse con ese choque de temperaturas, recordar que por dentro seguía siendo toda calor y sentir, miestras, la caricia punzante del frio en su piel, como miles de pellizcos que mantenían su cuerpo alerta.
Le gustaba el olor a salitre, el crujido de la materia orgánica bajo sus pies, y sentirse parte de lo perecedero, de lo cíclico.
Le gustaba pensar que un día sería el alimento de la tierra que ahora aplastaba sin miramientos, la depredadora a la que algún día se le reclamaría la deuda.
Entonces le ardían los lóbulos de las orejas, palpitantes, y se le ensanchaban las fosas nasales, ansiosas y amenazantes, como gargantas llenas de sed de vida.

1 comentario:

eme dijo...

Y entonces, volvía a respirar.




Re: muchas gracias por pasar por mi rincón y dejar tu comentario.