lunes, 6 de diciembre de 2010

Horror Vacuii

Hoy las he visto, agolpándose en la calle, mirando en todas direcciones, con las retinas anhelantes de respuestas. Almas perdidas, cientos de ellas.

Un bosque de alientos anónimos, un inmenso fluido de cuerpos derramándose sobre el asfalto. Un continuo entrecruzarse de soledades.



He visto almas que vagan, almas sedientas, almas encerradas en miedo, almas que se retuercen de esclavitud.
He visto gargantas atrapadas.
Nos he visto a todos, agotados, expectantes, indecisos, ignorantes.
Asustados. Solos.
He oído la respiración del mundo.



Nos he visto aquí y ahora, perdidos, sin saber ni de dónde, ni cómo, ni hacia dónde. Buscando cómplices, llenando nuestras esperanzas de ruido, devorándonos el tiempo imaginando un mañana. Buscando ayuda con nuestros latidos, con la cadencia de nuestros caminares. Buscando desesperadamente algo a lo que agarrarnos, una verdad, un dogma, una salida, una respuesta.

He visto ante mí pasar siglos de injusticias, de descubrimientos, de pensamientos, de conflictos, siglos y siglos de cambios y al final, siempre las mismas preguntas sin respuesta, las mismas pasiones, los mismos horrores vacíos.
Nos he visto traspasar las fronteras de nuestro cuerpo, escapar.
Nos he visto trascender, llegar más allá de nuestros límites, capaces de la más absoluta crueldad, y de la más absoluta belleza.
Nos he visto autodestruirnos y reconstruirnos una y otra vez.

No sabemos. Buscamos. No sabemos.
Somos millones de almas en tránsito desde lo desconocido hacia lo desconocido. Complejas, vulnerables, poderosas, efímeras, perecederas, únicas, irrepetibles.
No existe eternidad salvo en un instante, en un cruce de miradas.
El instante azaroso y sin retorno de nuestro paso por el mundo.
Somos todo lo que tenemos, y aún no hemos entendido que lo tenemos todo.

No hay comentarios: