Sonaba una música extrañísima que nos anestesiaba.
Nos encajábamos en una postura imposible tras otra,
desestructurando nuestros cuerpos en uno sólo.
Nos masticábamos, nos escudriñábamos, nos respirábamos.
El tabaco dulce de tus labios.
Las reverberaciones del pecho.
Los ecos de la ciudad dormida.
Nuestra convención teatral de no estarnos amando
pausada pero insaciablemente.
Tu olor a almizcle.
Por todas partes mi tacto.
Nuestra intimidad pactada.
Éramos criaturas.
Critaturas vivas.
1 comentario:
Se me perdió tu ombligo
entre las sábanas
y al buscarlo
te desayuné.
Publicar un comentario